Unos días después de las lágrimas, insultos y maldiciones hacia las más altas esferas del Gobierno es momento de comenzar a ver los hechos desde una ventana diferente, es decir, desde la real dimensión de las cosas dejando de lado cualquier sentimentalismo o postura visceral socialmente hablando.
Los guatemaltecos somos un pueblo caracterizado por guardar silencios incómodos, ser indiferentes frente a la política, críticos de casi cualquier cosa sin dar propuesta alguna, impulsivos, y sobre todo unos grandes maestros de crear “bolas”; sin embargo, también somos un pueblo con un gran corazón, lo cual es una virtud y defecto a la vez, virtud, porque perdonamos muy rápido, defecto, por lo mismo también.
No es secreto para nadie que el vídeo de Rodrigo Rosenberg vino a convulsionar aún más la caótica realidad que estamos viviendo y que, trágicamente, gracias su sacrificio voluntario o no, los guatemaltecos hemos comenzado a expresar lo que todos sabíamos o intuíamos pero que esperábamos que alguien más lo hiciera antes porque tuvimos miedo de ser el primer conejillo de indias de la furia estatal. Sólo un gran ser humano puede inspirar a los más débiles.
Ahora que ya nos hemos atrevido a hablar y manifestarnos, es momento de comenzar a ver los hechos en su justa dimensión, y hacer la transición de estado emotivo alterado a un estado de pensamiento reflexivo y propositivo. El vídeo de Rosenberg puede que sea una verdad, una verdad a medias o un plan siniestro fraguado por una mano peluda que utilizó a Rosenberg, sin embargo, sea lo que sea, lo más importante es que, ese vídeo nos ha inspirado ha hacer algo de lo que no estamos acostumbrados: estar unidos y manifestarnos mutuamente nuestro deseo de que este país siga adelante.
Ahora que las aguas se han calmado, o por lo menos, ya nos han acostumbrado a su movimiento, la unidad inicial ha comenzado dividirse en fracciones, por un lado hay quienes piden la renuncia del Presidente por cualquier medio, y otros piden su antejuicio, y otros (número que alarmantemente va creciendo), simplemente la pasión se les ha acabado; los argumentos contradictorios y poco conciliadores han comenzado a emerger y como consecuencia divisionismos innecesario entre los mismos grupos que ayer se reunieron para reclamar justicia, olvidando que, todas las posturas están bien y pueden complementarse, lo que si no debemos permitir es la indiferencia. Cuando la pasión se acaba, sólo el diálogo puede mantener viva la llama de los ideales.
Con o sin Colom, con o sin vídeo de Rosenberg, con o sin lo que sea, esta es tal vez la oportunidad irrepetible para construir por fin el tan anhelado Estado de Derecho y como consecuencia alcanzar la aún tan abstracta paz social.
(Imagen tomada de: www.molumolusca.blogspot.com)
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