Desde hace algunas semanas la página Web de Prensa Libre (www.prensalibre.com.gt) inició una encuesta on-line llamada “¿Cómo somos los guatemaltecos?”; en sí la idea es bastante simple y divertida, ya que después de un click, se debe poner alguna cualidad que uno crea que distingue a los guatemaltecos del resto del mundo; así que, yo, como buen lector en línea de los periódicos nacionales (tacaño que le gusta leer la “prensa” gratis), decidí dar mi click a la encuesta, sin embargo me topé con algo que nunca pasó por mi fervor patriótico, y es que, al momento de ver el espacio en blanco que me preguntaba “¿Qué cualidad tienen los guatemaltecos?”, simplemente no pude contestar nada concreto, y por más que intenté, quise y me sobe la cabeza, sufrí de impotencia (no piensen que sexual, sólo se trató de impotencia nacionalista, gracias a Dios), puse adjetivos de todo tipo: “pacientes (huevones)”, “amables (calidá)”, “buenos amigos”, “hospitalarios”, “calmados (impuntuales)”, “sugerentes (criticones)”, “sensuales (calientes)”, “divertidos (borrachos)”, “patriotas (sólo cuando juega la selección)”, “emprendedor (oportunista)”, “humildes (conformista), y un largo etcétera; y al final, no pude escribir nada, así que con los ánimos hasta el suelo no me quedó más que dar click en la “x” cerrando la ventana. Me quedé muy desconcertado porque nunca imaginé que no pudiera tan siquiera contestar qué es ser guatemalteco.
Muchá, seamos sinceros, alguna vez hemos pensado quiénes realmente somos los guatemaltecos, o qué realmente nos distingue de los demás y nos hace fuertes frente al mundo, y no me refiero a cosas de chingadera tal y como ocurre en los chistes de concursos absurdos donde el guatemalteco siempre es el más ingenioso, huevón y aprovechado de todos, sino me refiero a verdaderas virtudes, así como las que sabemos reconocer a los extranjeros y que por momentos nos hacen sentir, para que hablar pajas, inseguros cuando tenemos enfrente a alguien que viene de fuera.
Esto me hace pensar que, durante este año, por un azar que nunca imaginé, he tenido el gusto de compartir con muchos extranjeros, de los cuales con algunos he tenido el gusto de hacer verdaderos amigos (Diana, Steve, Kate, Amanda, Ika, etc.), y cada uno de ellos ha venido a aportar diferentes perspectivas del mundo y de las cosas que lo integran, y durante ese proceso de hacer amistad con ellos he notado algo que no imaginé que era innato en mí, y es que cuando converso sobre temas calidá pero serios, mi espíritu nacionalista y patriótico simplemente se achicopala y cede subconscientemente a creer que sólo fuera de Guatemala se puede progresar material y inmaterialmente, que mi país no es más que un punto perdido reconocido burlonamente por la O.N.U. y que me ha tocado vivir en un círculo muy pero muy periférico del Infierno de Dante. Soy sincero, cuando escucho las “maravillas” del mundo que está fuera de mi insignificante Guatemala (territorial y económicamente hablando), por momentos una voz interior, estúpida y acostumbrada a agachar la cabeza, me dice que sienta pena de mí y de todos los guatemaltecos por haber nacido aquí; lo más patético y preocupante de esto, es que este sentimiento no es sólo mío sino que lo comparto con todos mis compatriotas (consuelo de muchos, consuelo de tontos).
Los guatemaltecos tenemos tan baja la autoestima de lo que somos, que llegamos al absurdo de reconocer virtudes o calidades inexistentes (gente de pisto, bien “estudiada”, cara bonita, etc.) a todos aquellos connacionales que tuvieron la “suerte” de poseer de nacimiento un apellido alemán o gringo aún cuando tengan facciones más guatemaltecas que nuestro querido Tecún Umán; nuestro vínculo con lo de fuera es tan reverencial que admiramos a cualquier ridíCULO que se jacte de que hace “cien” generaciones sus antepasados vinieron de España o de otro lado, olvidando que quien vino de allí es un invasor que terminó en estas tierras americanas por tener calidad de prófugo de la justicia o simple escoria que ya no era deseable en el “rancio continente”, así que no sé si eso pueda ser motivo de orgullo, porque hasta donde yo tengo entendido y la teoría genética de Mendel nos explica, del “chichicaste extranjero” no puede salir algodón, con algunas sanas excepciones por supuesto, sino pregúntenle a los australianos, quienes son descendientes directos de la “lacra de la lacra” de la Inglaterra de hace muchos siglos, y que ahora, después de ser una cárcel gigantesca, es una de las potencias mundiales más pacíficas y prosperas del planeta. También hay tipos que creen que (conozco a uno personalmente, saludos C.) que pese a ser más guatemalteco que el “caldo de pata” tiene un absurdo “azento ezpañol”, que al principio hace pensar que tienen la lengua dormida por el frío de una paleta de hielo o porque simplemente están “AVERGonzados”, pero después resulta cómico darse cuenta que sólo se trata de un problema de paladar-lengua-cerebro que padecen, y que creen que es suficiente para ser producto 100% de la “Madre Patria” que los parió, cuando realmente lo que tienen es un conato de paladar hendido o labio leporino que se extiende hasta los lóbulos cerebrales. Todos Guatemaltecos desnaturalizados.
Por otro lado, también este humilde bloguero puede decir, que también hay guatemaltecos, tan desamorados de su país y sus raíces culturales, que se disfrazan de Mayas y asumen posturas místicas (mejor dicho estupidez llevada al misticismo), o como ellos han desacertado en llamar, viven según la “Cosmovisión Maya”, que no es más que una fachada de la hipocresía, mediocridad y complacencia hacia el estereotipo europeo y yanqui de lo que debe ser un verdadero Maya. Esto tipo de guatemalteco “cosmovisionario”, es despreciable, prepotente, egoísta, “posero” y aprovechado, que solamente busca que algún “gringo mula (abarca también europeos y asiáticos según nuestra particular visión del extranjero en Guatemala)” con pisto o de la Academia les patrocine viajes gratis al otro lado del mundo o bien, y esto es aún más absurdo, busca conectarse a alguna “gringa buenota” con ideas realmente estúpidas, ensuciando así la sabiduría ancestral con horóscopos baratos al mejor estilo de nuestra queridísima revista pornográfica 100% chapina, “Sexo Libre”. Tómense el tiempo de darse una vueltecita y escuchar en la zona 1 de Guate, o en Pana, San Pedro, la Antigua o alguna escuela de español de Xela, y encontrarán el famoso cazagringas o cazabecas, bailarín de salsa y yogui de la localidad, que dice que correrá no sé cuantos kilómetros en no sé cuantos días en nombre de la madre tierra, pero que antes, necesita darle una “xilqueada” al gringo que lo escuche, xilqueada de pisto y buenas intenciones. Todos Guatemaltecos de postal.
Los guatemaltecos no creemos en nosotros mismos y por ello tenemos que asumir poses extranjeras o cosmovisionarias que no llevan a ningún lado más que el de esperar que algún “canchito” prepotente, cara de culo de mandril, nos “haga la pala” y solucione todos nuestros problemas, esperanza totalmente infundada, porque sino don Álvaro Arzú hubiera sacado del potrero a nuestro país.
Es increíble lo que ocurre cuando un pueblo cree en sí mismo y sabe que es lo que diferencia de los demás, un ejemplo claro de esto son los ticos. Costa Rica tiene uno de los niveles más altos de calidad de vida a nivel mundial, y no es porque sea un país extremadamente industrializado o comercial (lo es en cierto grado), ni nada por el estilo (sus calles y su gente lucen igual de humildes que en Guatemala), pero con la diferencia que viven con la autoestima alta, y creen en su propia identidad de pueblo costarricense.
El verdadero problema de Guatemala, no es la violencia, ni la pobreza, ni el analfabetismo, etc., porque esas son simples consecuencias del verdadero problema que siempre hemos tenido, una mala actitud hacia nuestro origen y destino colectivo como guatemaltecos. Hasta que no logremos definir qué es lo que nos distingue de todo el mundo, no vamos a poder salir adelante. Cuando un pueblo encuentra su identidad, se vuelve responsable en las buenas y en las malas consigo mismo y con cada uno de sus miembros.
Indios, ladinos, garifunas, mestizos, shumos, choleros, mareros, fresas, artistas, coches, burros, etc., unámonos y tratemos de definir nuestra identidad colectiva, porque el destino de uno será el destino de todos.
Todo lo demás es casaca muchá.
(Imagen tomada de Google)
Muchá, seamos sinceros, alguna vez hemos pensado quiénes realmente somos los guatemaltecos, o qué realmente nos distingue de los demás y nos hace fuertes frente al mundo, y no me refiero a cosas de chingadera tal y como ocurre en los chistes de concursos absurdos donde el guatemalteco siempre es el más ingenioso, huevón y aprovechado de todos, sino me refiero a verdaderas virtudes, así como las que sabemos reconocer a los extranjeros y que por momentos nos hacen sentir, para que hablar pajas, inseguros cuando tenemos enfrente a alguien que viene de fuera.
Esto me hace pensar que, durante este año, por un azar que nunca imaginé, he tenido el gusto de compartir con muchos extranjeros, de los cuales con algunos he tenido el gusto de hacer verdaderos amigos (Diana, Steve, Kate, Amanda, Ika, etc.), y cada uno de ellos ha venido a aportar diferentes perspectivas del mundo y de las cosas que lo integran, y durante ese proceso de hacer amistad con ellos he notado algo que no imaginé que era innato en mí, y es que cuando converso sobre temas calidá pero serios, mi espíritu nacionalista y patriótico simplemente se achicopala y cede subconscientemente a creer que sólo fuera de Guatemala se puede progresar material y inmaterialmente, que mi país no es más que un punto perdido reconocido burlonamente por la O.N.U. y que me ha tocado vivir en un círculo muy pero muy periférico del Infierno de Dante. Soy sincero, cuando escucho las “maravillas” del mundo que está fuera de mi insignificante Guatemala (territorial y económicamente hablando), por momentos una voz interior, estúpida y acostumbrada a agachar la cabeza, me dice que sienta pena de mí y de todos los guatemaltecos por haber nacido aquí; lo más patético y preocupante de esto, es que este sentimiento no es sólo mío sino que lo comparto con todos mis compatriotas (consuelo de muchos, consuelo de tontos).
Los guatemaltecos tenemos tan baja la autoestima de lo que somos, que llegamos al absurdo de reconocer virtudes o calidades inexistentes (gente de pisto, bien “estudiada”, cara bonita, etc.) a todos aquellos connacionales que tuvieron la “suerte” de poseer de nacimiento un apellido alemán o gringo aún cuando tengan facciones más guatemaltecas que nuestro querido Tecún Umán; nuestro vínculo con lo de fuera es tan reverencial que admiramos a cualquier ridíCULO que se jacte de que hace “cien” generaciones sus antepasados vinieron de España o de otro lado, olvidando que quien vino de allí es un invasor que terminó en estas tierras americanas por tener calidad de prófugo de la justicia o simple escoria que ya no era deseable en el “rancio continente”, así que no sé si eso pueda ser motivo de orgullo, porque hasta donde yo tengo entendido y la teoría genética de Mendel nos explica, del “chichicaste extranjero” no puede salir algodón, con algunas sanas excepciones por supuesto, sino pregúntenle a los australianos, quienes son descendientes directos de la “lacra de la lacra” de la Inglaterra de hace muchos siglos, y que ahora, después de ser una cárcel gigantesca, es una de las potencias mundiales más pacíficas y prosperas del planeta. También hay tipos que creen que (conozco a uno personalmente, saludos C.) que pese a ser más guatemalteco que el “caldo de pata” tiene un absurdo “azento ezpañol”, que al principio hace pensar que tienen la lengua dormida por el frío de una paleta de hielo o porque simplemente están “AVERGonzados”, pero después resulta cómico darse cuenta que sólo se trata de un problema de paladar-lengua-cerebro que padecen, y que creen que es suficiente para ser producto 100% de la “Madre Patria” que los parió, cuando realmente lo que tienen es un conato de paladar hendido o labio leporino que se extiende hasta los lóbulos cerebrales. Todos Guatemaltecos desnaturalizados.
Por otro lado, también este humilde bloguero puede decir, que también hay guatemaltecos, tan desamorados de su país y sus raíces culturales, que se disfrazan de Mayas y asumen posturas místicas (mejor dicho estupidez llevada al misticismo), o como ellos han desacertado en llamar, viven según la “Cosmovisión Maya”, que no es más que una fachada de la hipocresía, mediocridad y complacencia hacia el estereotipo europeo y yanqui de lo que debe ser un verdadero Maya. Esto tipo de guatemalteco “cosmovisionario”, es despreciable, prepotente, egoísta, “posero” y aprovechado, que solamente busca que algún “gringo mula (abarca también europeos y asiáticos según nuestra particular visión del extranjero en Guatemala)” con pisto o de la Academia les patrocine viajes gratis al otro lado del mundo o bien, y esto es aún más absurdo, busca conectarse a alguna “gringa buenota” con ideas realmente estúpidas, ensuciando así la sabiduría ancestral con horóscopos baratos al mejor estilo de nuestra queridísima revista pornográfica 100% chapina, “Sexo Libre”. Tómense el tiempo de darse una vueltecita y escuchar en la zona 1 de Guate, o en Pana, San Pedro, la Antigua o alguna escuela de español de Xela, y encontrarán el famoso cazagringas o cazabecas, bailarín de salsa y yogui de la localidad, que dice que correrá no sé cuantos kilómetros en no sé cuantos días en nombre de la madre tierra, pero que antes, necesita darle una “xilqueada” al gringo que lo escuche, xilqueada de pisto y buenas intenciones. Todos Guatemaltecos de postal.
Los guatemaltecos no creemos en nosotros mismos y por ello tenemos que asumir poses extranjeras o cosmovisionarias que no llevan a ningún lado más que el de esperar que algún “canchito” prepotente, cara de culo de mandril, nos “haga la pala” y solucione todos nuestros problemas, esperanza totalmente infundada, porque sino don Álvaro Arzú hubiera sacado del potrero a nuestro país.
Es increíble lo que ocurre cuando un pueblo cree en sí mismo y sabe que es lo que diferencia de los demás, un ejemplo claro de esto son los ticos. Costa Rica tiene uno de los niveles más altos de calidad de vida a nivel mundial, y no es porque sea un país extremadamente industrializado o comercial (lo es en cierto grado), ni nada por el estilo (sus calles y su gente lucen igual de humildes que en Guatemala), pero con la diferencia que viven con la autoestima alta, y creen en su propia identidad de pueblo costarricense.
El verdadero problema de Guatemala, no es la violencia, ni la pobreza, ni el analfabetismo, etc., porque esas son simples consecuencias del verdadero problema que siempre hemos tenido, una mala actitud hacia nuestro origen y destino colectivo como guatemaltecos. Hasta que no logremos definir qué es lo que nos distingue de todo el mundo, no vamos a poder salir adelante. Cuando un pueblo encuentra su identidad, se vuelve responsable en las buenas y en las malas consigo mismo y con cada uno de sus miembros.
Indios, ladinos, garifunas, mestizos, shumos, choleros, mareros, fresas, artistas, coches, burros, etc., unámonos y tratemos de definir nuestra identidad colectiva, porque el destino de uno será el destino de todos.
Todo lo demás es casaca muchá.
(Imagen tomada de Google)
1 comentario:
totalmente de acuerdo con tu post... Los guatemaltecos carecemos de identidad nacional y lamentablemente la multiculturalidad en lugar enriquecer nuestra cultura, muchas veces solo sirve para dividirnos.
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